24.11.10

Korea: el eterno retorno de la guerra

A Korea le tocó en desgracia ser durante siglos un ni-pa-ti-ni-pa-mí entre Japón y China. Estos días los medios escupen noticias sobre esta península, eterna doliente por una guerra nunca resuelta que desde hace más de sesenta años rompe en dos su territorio.

Fue el primer enfrentamiento bélico de consideración de la Guerra Fría y también el primero desde el siglo XIX en el que las tropas estadounidenses no salieron totalmente victoriosas. La extravagancia del régimen comunista hereditario que rige desde entonces al norte del paralelo 38 y el estrafalario gusto de su actual líder, un zombie adicto a los peinados arriesgados y los smoothies de cerebro humano [citation needed], le aportan un toque peculiar al asunto. Como espectáculo principal se presenta, además, la posibilidad de un doomsday atómico.

Hay que acudir a las fuentes directas, así que yo me he ido a la web de la agencia de noticias de Korea del Norte (sí, tienen una, pero con dominio japonés). Veamos, November 23 2010 Juche 99 (queda un año para el centenario del nacimiento de Kim Il Sung): "Kim Jong Il Inspects Newly Built Soy Sauce Shop at Ryongsong". Vale, estos no están por la labor. Mejor acudir a la propaganda clásica para ver cómo empezó aquel conflicto de 1950, que de lo que pasa ahora ya nos enteraremos dentro de unas décadas (o no, ¡boom!).


Este vídeo es el Armed Forces Screen Report 125, una pieza de 1950 titulada The Crime of Korea en la que un narrador anónimo que se presenta como corresponsal de guerra discurre sobre la necesidad de la contienda contra los comunistas en aquella esquina de Asia, todo entre comentarios no precisamente cariñosos sobre los japoneses, a los que se sigue llamando japs. Se trata de un compendio de argumentos retóricos salidos de algún manual de introducción de la opción bélica en el discurso público, aunque por momentos resulta algo farragoso en su presentación.

Más interesante resulta el epílogo que sucede al vídeo, a partir del instante 12'11'', en el que Eric Johnston explica a los estadounidenses qué puede hacer cada uno para ayudar en la lucha contra 'el crimen de Korea'. Entre otras cosas, soltar pasta. ¿Cómo? Comprando lo que él introduce en su discurso como bonos de defensa (defense bonds) pero que en realidad se conocen como bonos de guerra (war bonds).

Buena pieza este Johnston, que tras ser presidente de la Cámara de Comercio estadounidense (visitó a Iosif Stalin en Moscú en 1944 comisionado por Roosevelt) se hizo cargo de la Motion Picture Producers and Distributors Association. A partir de 1946 se encargó desde su puesto de una labor tan paranoica como ardua, la de crear una lista negra que detectara posibles infiltraciones comunistas en la industria del cine. Y su pituitaria era de una eficacia detectando el azufre que no veas.

Aunque aquí está el vídeo vía Youtube, en Archiv.org se encuentra el vídeo completo y listo para descargar al pertenecer al dominio público.

5.12.09

Casas pintadas, empresarios felices

¿Puede la pintura de una casa salvarla de la hecatombe nuclear? Por supuesto, créanme porque yo les digo que sí en este reportaje que bien apañao m'a quedao. Si no al menos comprarán ustedes unos cuantos galones de mi bonita pintura y así mi negocio no se irá a pique, que para algo he financiado esta película de 'defensa civil' y mi dinerillo me ha costao.

It is your choice-The reward may be survival!



9.9.08

El rap del fin del mundo

Todos bombardean estos días con el LHC. Como eso ya nos queda viejo y no buscamos el fin del mundo mañana sino dentro de una semana, de dos meses o de tres billones de años, es mejor quedarse con el rap que explica más o menos en qué consiste el invento.

(Nota: no se aceptan reclamaciones si 'algo' ocurre mañana. No habrá teléfono de emergencias. No habrá teléfono).

1.9.08

El pato Donald, Hitler y los impuestos

Las opciones eran claras: pagar los impuestos y ganar la guerra o irse de putas y que lo hiciera Hitler. Y ese almeriense de pro que era Walt Disney lo tenía claro...

31.8.08

Máscaras antigás de diseño: por un Juicio Final con estilo

(escribí este texto para el trabajo hace unos meses. mi ordenador llora sus dolores en silencio y no puedo actualizar con mi incursión en el otro lado del telón de acero, pero creo que esto es lo bastante 'duck and cover' como para tener cabida aquí)


El fin del mundo se acerca. Antes o después; dentro de cinco minutos o de cinco millones de años, quién sabe, pero todo lo que empieza tiene un final y algún día la Tierra quedará sin rastro de la vida humana, al menos en su superficie. Si llega el día hay que estar preparados, y aunque el post-apocalipsis se convierta en un remedo de Mad Max, el estilo ha de mantenerse hasta el final. ¿Qué mejor que con unas máscaras antigás que combinen a la perfección con el resto de nuestros complementos? ¿Hemos llegado a tal punto de desquiciamiento?

Las máscaras presentadas por el diseñador Diddo Velema siguiendo las pautas creativas de algunas de las principales marcas dedicadas al negocio del lujo no son en realidad la última extravagancia destinada a los aprendices de Donald Trump más obsesionados con la guerra nuclear sino un proyecto de arte conceptual. “Las máscaras no son productos comerciales reales”, asegura Velema en su página web, a la vez que especifica que “fueron creadas para ser mostradas en revistas y exhibidas en galerías”.

El trabajo de este autor (que ha desempeñado su oficio como director de arte en empresas como Burger King, Orange o Cadbury y también ha sido profesor de la Escuela de Artes de Utrecht) pretende denunciar las paradojas del mundo actual: “Estamos en un estado de guerra permanente, con nosotros y con el ecosistema”, afirma. Esa continua tensión acaba provocando “miedo perpetuo”, un temor que sabe camuflarse y se traduce, en realidad, “en nuestra insaciable cultura del consumo”, la que nos lleva a querer adquirir, poseer y mostrar los signos del derroche ostensible incluso en las situaciones más absurdas. Si las mascarillas antigás son mentira, las mascarillas de tela de Louis Vuitton que llevaron varios invitados a una fiesta en Nueva York hace dos semanas eran auténticas, y es que la realidad supera asombrosamente a la ficción.

No estamos tan lejos de situaciones como las que planteaba Stanley Kubrick en Teléfono Rojo: Volamos hacia Moscú. Si finalmente los hombres ponen en marcha la Doomsday Machine de la que hablaba la película, un grupo de elegidos podría sobrevivir en las profundidades de las minas subterráneas durante cien años, como explicaba el filonazi Dr. Strangelove del filme. Allí, con una hilarante proporción de un hombre por cada diez mujeres, los seres humanos reproducirían a escala una sociedad con individuos escogidos por motivos eugenésicos. Las máscaras de Velema podrían ser útiles en esta situación: ¡la guerra nuclear no tiene por qué ser un aburrimiento!